Primero, dar gracias a Dios por permitirme ser parte de esta hermosa obra en la que, sin temor a equivocarme, hemos dejado nuestros más profundos y amplios conocimientos, experiencias, ilusiones, pero sobre todo, hemos dispuesto nuestro corazón y con él, todo el amor en esta misión de evangelizar a través de la EDUCACIÓN.

Quienes ocupamos posiciones de dirección tenemos una tendencia a aislarnos, a alejarnos de la realidad, a meternos en una pequeña “urna de cristal”. Por supuesto es muy importante leer con dedicación, mirar las estadísticas, estudiar las tendencias y tomar decisiones orientadas a garantizar el éxito de las diferentes gestiones. Pero nada es más potente que el contacto directo, estar en el aula de clase o en medio de un descanso, deleitarse con la sonrisa de un niño, el tono de su voz o el brillo en sus ojos. Cuando nos aislamos perdemos todo ello o la sugerencia sencilla pero inspiradora de un colaborador, que está inmerso en la cotidianidad de nuestros Colegios.

El 2022 fue un año lleno de retos que nos motivó a construir nuevas rutas, reinventarnos y reconstruir equipos, a evaluarnos y comprometernos a seguir construyendo una cultura centrada en el ser humano, con una proactiva actitud frente al cambio, interpretando las nuevas realidades, adoptando las nuevas exigencias académicas y de calidad, sin perder la esencia, el polo a tierra, que lo constituyen los niños, niñas y adolescentes y claro está, nuestros colaboradores, quienes lo hacen posible.